Hace muchísimos años, en una noche clara, los habitantes del pueblo Cochasquí vieron caer una estrella. Tuvieron miedo y corrieron hacia al palacio del rey para contarle el acontecimiento. El rey, que también era un sacerdote y un brujo, pidió que se calmaran y que estuvieran pacientes.
Quería arreglar las cosas con los dioses. Tomó un vaso de chicha (una bebida de diferentes especies de maíz) y recitó un conjuro. Bebió la chicha hasta caer en sopor. Cuando se despertó, el rey reunió la gente de la comunidad para compartir su visión con ellos. “Los dioses no están enfadados con nosotros”, dijo, “pero quieren que dejemos este lugar para irnos a una tierra que es más rica, fértil y bonita. Tenemos que seguir los señales de esta estrella cayente. Donde se cae, tenemos que encontrar nuestra nueva ciudad.”
Entonces siguieron al rastro de la estrella hasta que llegaron al pie del volcán Pichincha. Esto fue el lugar donde fundaron su nueva ciudad. Construyeron chozas, plantaron sus cultivos e hicieron templos para el sol y para la luna. Esto fue el inicio de lo que hoy en día es la ciudad de Quito.
viernes, 30 de mayo de 2014
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